Archivos Mensuales: agosto 2014
Un piano convertido en orquesta
Una espectacular interpretación de los integrantes del Conservatorio de Música de Washington, quienes son capaces de convertir a un simple piano de cola en una sinfonía de alcances extraordinarios al tocar la bellísima pieza Czardas, de Vittorio Monti.
La poética de los polinizadores en movimiento
Un bellísimo y alucinante video de Louie Schwartzberg sobre el papel que juegan los polinizadores como aves, murciélagos y abejas dentro de ese complejo entramado de interacciones que es un ecosistema. La poética de las imágenes es espectacular: colibríes danzantes, abejas dándose un baño de polen, frutas que se pintan de colores. Para verlo una y otra vez.
Música electrónica con sabor a tubería
Una innovadora forma de tocar House y Trance con tubos de PVC, un cajón de flamenco y un par de chanclas haciéndola de baquetas. La música electrónica puede abrirse paso por los senderos más inesperados cuando se conjuga con la inventiva humana de artistas como Pipe Guy. Sencillamente genial.
A cuenta gotas
En mi afán de ser el rayo
se fueron alargando los sollozos
por el mundo,
desde Venezuela hasta Ucrania,
desde el éxodo sirio
al holocausto palestino.
El dolor se extendió
a lo profundo del monte
y la meseta invisible
donde el llanto y el silencio
son lo mismo,
allí donde los medios no cacarean
su prosa siempre incompleta,
allí donde nadie escucha
todos los gritos que se ahogaron
bajo el hambre y la tormenta.
¿Cuándo habremos
de merecer el amor?
¿Cuanto tiempo más seguiremos
educando para el odio y la miseria?
Quisiera contener todo el dolor
del mundo en un poema,
para enterrarlo
en lo profundo de la noche
y que los muertos echen raíces
en todas las risas que nunca fueron,
todas las risas que fueron prohibidas
en el absurdo vicio de morder
y hacer daño.
Yo quiero borrar
todas las cicatrices
de esta guerra permanente
donde nunca escampa,
todo el rencor inútil.
¿Por qué la envidia será tan fácil
y la compasión tan escasa?
La estupidez es tanta
y el amor a cuenta gotas.
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Ojos deshilachados
Se me fueron
deshilachando los ojos
para verte borroso.
Jadeaban los segundos.
Todavía no me acostumbro
a ser un simple pedazo
de carne y hueso.
Para eso tendré que
zambullirme en el vacío,
volverme uno con la nada.
Todo fuera tan sencillo
como dejar que el beat
te recorra el cuerpo.
Todo fuera como
fosforecer a medio noche.
Tus ojos de seda
son una febril combinación
de luces neón y desasosiego.
Todo fuera como sacudirse
la neurosis en el último
tramo del tarro de cerveza.
¡Abran las esclusas!
Nadie saldrá ileso
sin sacarse las escamas.
Diáspora de luces.
La máquina escupe llamas.
Se me abren las venas.
Las flores desprenden
el aroma de su propia sangre.
Si tan solo
mis manos fueran reales…
sí tan solo hablaran
mis muertos.
En esta persecución
de viernes,
todo es evasión,
la compulsión suicida
de aferrarse
a lo que sangra.
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El joven del nombre mutante
El Coqui es un tipo peculiar. Cambia de nombre todos los días. “No quiero ser encapsulado en una cosa”, argumentaba en su legítima defensa. A veces miraba al cielo y dependiendo del color, lo asumía como parte de su identidad. “Hoy me llamaré Gris Lluvia”, aseguraba con una ecuanimidad inquietante.
Por supuesto, no todos estaban habituados a las excentricidades del Coqui. Para nosotros, que llevábamos años de convivir con él, ese tipo de arrebatos artístico-conceptuales se habían convertido en algo cotidiano. Pero nunca faltaba alguien incapaz de comprender la naturaleza estrambótica del Coqui.
—¡Eso es una estupidez hermano!— exclamaba Servando, un gordo necio que discutía airadamente con Coqui durante una borrachera. Le resultaba inconcebible que alguien despertara un día cualquiera y decidiera llamarse XZ39YB. Aquello rompía con todos sus parámetros sociales. Y con unas cervezas encima, las cosas parecían más difíciles de procesar.
—Si yo te pregunto, ¿cómo te llamas? — afemía Servando mientras se dirigía a su amigo que observaba con sorna aquella plática de ebrios—, simplemente respondes “Pancho” y se acabó, no hay por qué complicarlo todo.
Era entonces cuando el Coqui contraatacaba.
—¿Y como te sientes sobre eso? Algo muere dentro de mí cada vez que me preguntan mi nombre. Es una etiqueta que nos imponemos en este mundo perverso de los adultos para tratarnos como cosas. Los nombres nos encierran en algo que no somos— exclamaba el Coqui.
Sus interlocutores se miraban con asombro. La charla tenía un aire difuso, incomprensible. Aquello parecía una obra de teatro del absurdo montada en un patio trasero una noche de primavera, justo en medio de una fiesta de universitarios. Pero el Coqui tenía un cierto modo de expresarse que hacía difícil rebatir sus argumentos.
Al igual que los taoístas pensaban que el Tao que se pronuncia no es el verdadero Tao, el Coqui explicaba que su yo interior tampoco debía ajustarse a una nomenclatura que no era sino el resultado de un largo proceso cultural con el que no estaba de acuerdo.
Servando se jalaba los cabellos de desesperación ante la imposibilidad de comprender a su interlocutor. Trataba de convencer al Coqui que todo aquello era un disparate. Pero fue inútil. La discusión se prolongó varios minutos. La desproporcionada disertación existencial del Coqui, influenciada por el existencialismo de Sartre, no surtían efecto sobre la cerrazón de Servando, quien iba inhabilitando neuronas a una velocidad directamente proporcional a la velocidad con la que bebía litros enteros de cerveza de un solo sorbo. Cuando todo parecía perdido, la luz de la razón humana iluminó la noche. Ambos habían llegado a la misma conclusión.
—¡A este paso nunca tendré novia!— afirmó el Coqui con ironía.
Al borde de trompicarse contra el suelo, producto del alcohol, Servando finalmente estuvo de acuerdo con el Coqui, quien aquel día había decidido llamarse simplemente Ñrwhj.
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Eros tocando tierra antes de la medianoche
Una trilogía épica que llega a su fin tras 18 años de un idilio amoroso que finalmente toca tierra. No es lo ideal, pero es real, tal como reconoce Jesse ante Céline en Antes de la medianoche (Before Midnight). Siempre me ha impresionado la habilidad de Richard Linklater para narrar una historia de amor a partir de largos planos secuencia y diálogos aparentemente triviales que van desnudando poco a poco a la pareja interpretada magistralmente por Ethan Hawke y Julie Delpy. Una de esas sagas que de manera sutil, pero no por eso menos profunda, describe a la perfección esa efervescente, turbulenta y tediosa montaña rusa que es la vida en pareja. Una obra maestra.
La compleja y fascinante historia del universo
A veces ciertas cosas tienen más sentido cuando vemos la película completa. Esto es exactamente lo que propone el historiador británico David Christian en su proyecto sobre la Gran Historia del Universo. Viéndolo en retrospectiva, resulta alucinante todo lo que tuvo que suceder para que el día de hoy, estemos compartiendo esta información a través de un blog perdido en el ciberespacio. ¿Casualidad?
Conociendo a esos peculiares y extraños nativos norteamericanos
La premisa de esta serie suele romper con los paradigmas convencionales. Un grupo de exploradores se decide internar en un experimento antropológico para conocer a un numeroso grupo de nativos en un país remoto. Lo peculiar de esta serie producida por National Geographic, llamada Meet the natives (Conocer a los nativos), radica en la inversión de los roles tradicionales de conocedor y conocido. En esta ocasión, cinco integrantes de las tribus oriundas de Tana, una pequeña isla ubicada en el Oceáno Pacífico, emprende un viaje de miles de kilómetros para conocer a los nativos de Estados Unidos y llevar un mensaje de paz a los invasores de Iraq y Afganistán. El choque cultural no podría ser más impactante. A partir del contraste, la naturaleza humana sale a flote. Una serie memorable donde se muestra que más allá de las diferencias culturales, la esencia de lo humano es capaz de borrar las fronteras que dividen a los pueblos.
La pubertad en poco más de un minuto
Una buena síntesis de lo que ocurre en esa entrañable etapa de la pubertad y la adolescencia. Cosas más, cosas menos, así suele ser este asunto de crecer.
Vas por ahí, dentro de un sueño que se bifurca…
Vas por ahí,
dentro de un sueño
que se bifurca y se abre
en un recodo del agua,
en la sed de tiempo
que acompasa la cálida
lluvia del verano,
memoria y desamor,
sordo silencio
que diambula
en el eco matutino
del último temblor:
palabras que no llegan
nunca a su destino.
El único refugio posible
para el pensamiento envenenado
es el sueño sin retorno,
la algarabía de la piedra
que platica con el viento,
para contarle despacito,
la historia
de un hombre y una mujer
meciéndose
en la inmensidad
del olvido,
en la amplitud de dos corazones
dispersos buscándose
con insistencia en medio
de la noche.
La luz cenital de la luna
alumbra tus pechos,
como un panteón
lleno de flores,
una velada fotografía
adherida a mi memoria.
Luego desapareces.
Y germina tu rostro
en la tibia soledad
de una canción líquida
que se filtra por los poros,
y se hunde en lo profundo
del alma,
en los derredores del tiempo
inmaculado.
Mi vocación es la
de encontrarte mirando
el mar a través de la ventana,
para recorrer tus
sueños elementales
a orillas del mundo,
una herida estacional,
tenue línea horizontal
donde se alarga y congela
el vuelo de las aves.
Háblame de ti,
para salir a buscarte
en la ambigüedad
del presente.
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La arañita que disertaba sobre la ignorancia humana
Las plantas extendían sus ramas hasta encontrar el sol. Una mañana calurosa que refrescaba ocasionalmente con las nubes grises que arrojaba el viento. La primavera se iba abriendo lentamente mientras mis pensamientos volaban por cuenta propia al pintar de color chocolate el portón de la casa. Fijé la vista. Todo comenzó a moverse. Los diminutos bichos salían de sus guaridas para esquivar los brochazos mortales que lamían la madera. Fue así que me contaron del mundo invisible que acontece frente a nosotros y pasamos de largo.
—Ustedes los humanos son muy ignorantes— me dijo una arañita. —Piensan que todo gira alrededor de ustedes. Creen que todo les pertenece. ¡Qué cosas! ¡Cómo sí algo pudiera pertenecerle a alguien! En todo caso, son ustedes los que pertenecen a la tierra— dijo en tono sarcástico mientras me miraba atenta con sus cuatro pares de ojos.
No supe qué responderle pero me quedé con la impresión de que tenía razón.
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